El Sourtoe Cocktail

Dawson City, Yukón En una remota localidad del Yukón canadiense, existe un bar que ofrece una experiencia de bebida tan insólita como perturbadora.
Dirección: 1026 Second Ave, Dawson City, Canadá Coordenadas: 64.06225, -139.43341 Vuelo directo desde Whitehorse Autopista Klondike desde Whitehorse, a 533 km.

En un rincón remoto del Yukón canadiense, donde los inviernos no perdonan y las historias tienden a volverse leyendas, existe una tradición que desafía cualquier lógica. No es una hazaña deportiva ni un ritual ancestral. Es un cóctel. Pero no cualquier cóctel.

Imagina esto: entras a un bar que parece sacado de una película del Viejo Oeste. Madera crujiente, retratos antiguos, un ambiente congelado en el tiempo. Pides una bebida… y te sirven un trago con un dedo humano flotando dentro.

Sí. Un dedo. De un pie.

¿Qué es el Sourtoe Cocktail?

En el Sourdough Saloon de Dawson City, el Sourtoe Cocktail es más que una bebida: es un rito de paso. Una mezcla de valentía, repulsión y curiosidad que ha atraído a más de 100 mil personas dispuestas a dejar que un dedo amputado toque sus labios. Porque esa es la regla. Puedes beberlo rápido o lento, pero el dedo tiene que rozarte los labios. Sin excepción.

¿Cómo empezó este bizarro ritual?

Todo empezó con una historia que, si no fuera real, parecería inventada. En los años veinte, un traficante de ron llamado Louie Liken perdió su dedo del pie por congelación. Su hermano Otto, como quien guarda un recuerdo familiar, lo conservó en un frasco con alcohol. Cincuenta años más tarde, el capitán Dick Stevenson —un personaje que parecía salido de un cuento— encontró el frasco en una cabaña abandonada. Lo abrió, bebió… y después se dio cuenta: ahí dentro flotaba un dedo.

Y en lugar de asustarse o tirarlo, tuvo una idea.

Lo convirtió en una atracción.

Así nació el Sourtoe Cocktail Club. Era 1973, y en su primer año apenas una decena de valientes se atrevió a sumarse. Pero cuando un periodista escribió sobre la experiencia, todo cambió. La historia voló. Y con ella, el dedo.

Claro, el dedo original ya no existe. Un cliente borracho se cayó de la silla y lo tragó. Sí, lo tragó. Desde entonces, otros dedos han llegado, donados por personas que los perdieron por congelación, diabetes o problemas ortopédicos. Hoy, el bar tiene dos en rotación, ambos de una mujer con “dedos en martillo” que, en un gesto generoso y algo macabro, los cedió para el cóctel más infame del norte.

¿Qué protocolo sanitario existe?

El dedo se prepara con precisión quirúrgica. Se le retira el hueso, se seca con sal, se recubre con laca. Se tarda un mes en estar listo. Y solo puede sumergirse en alcohol fuerte —mínimo 40 grados— para evitar que se rehidrate y se pudra.

Whisky Yukon Jack es el favorito. Pero lo importante no es la bebida. Es el momento.

Ese instante en que el dedo se desliza en el vaso, cuando lo ves acercarse y sabes que tu boca está a punto de tocar algo que alguna vez fue parte de alguien. Un alguien que caminó, vivió, y luego… perdió ese pedazo de sí.

No todos lo logran. Algunos se arrepienten al último segundo. Otros lo hacen solo por la foto, por decir “yo también estuve ahí”. Porque no es solo un cóctel. Es una historia. Una prueba. Una locura compartida.

Y hay reglas. No se puede morderlo, chuparlo, masticarlo. Si lo tragas, pierdes tu membresía. Y, de paso, te ganas una multa de 2,500 dólares. Aunque… eso no ha detenido a todos. El bar, por si acaso, siempre tiene un dedo de repuesto.

¿Vale la pena? 

Eso depende de a quién le preguntes. Para muchos, es solo una excentricidad más en un lugar donde el frío endurece la piel y la imaginación. Para otros, es un acto de valentía, casi una hazaña. Una de esas historias que contarás una y otra vez… aunque cada vez suene más increíble.

Y sí, si llegas a Dawson City, puede que sientas esa curiosidad. Que te acerques al bar, que busques al capitán con su sombrero. Y que digas: “Sí, quiero el Sourtoe Cocktail”.

La experiencia no es sencilla de conseguir: para llegar, se debe volar de Toronto a Vancouver, luego a Whitehorse, pasar la noche, y tomar un vuelo más a Dawson City. Todo para participar en un ritual donde la regla es clara:

“You can drink it fast, you can drink it slow, but your lips must touch the gnarly toe.”

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