El 25 de junio de 1986, alrededor de las seis de la mañana, un camión Volvo F-12 que lleva 20.000 litros de ácido sulfúrico casi concentrado con fines industriales comienza el descenso del puerto de Somosierra, ubicado al norte de la provincia de Madrid, España, con una velocidad en constante aumento. El conductor sobrepasa primero a un camión que circula en su mismo carril, luego al que estaba delante, esta vez pasando tan cerca que le arranca el espejo lateral.

Es claro para los otros conductores que su colega enfrenta un fallo en los frenos. Segundos más tarde, lo inevitable sucede y el Volvo se estrella contra un camión que circula en dirección opuesta a la impresionante velocidad de 140 km/h. El Volvo vuelca y su tanque se rompe, derramando su carga sobre la cabina y el suelo al borde de la carretera, generando una nube tóxica que cubre la zona circundante, culminando la repentina y aterradora escena.
Los servicios de rescate llegaron al lugar del accidente, donde encontraron a un hombre y una mujer muertos en la cabina del camión, con signos de corrosión por ácido. Fueron las únicas víctimas mortales. Mientras los rescatadores evacuaban a los heridos, trabajaban para neutralizar el ácido derramado con arena y cal, evitando un desastre ecológico en el cercano río Duratón.
Tres horas después, recuperaron los cuerpos e identificaron a Andrés Martínez, el camionero, y a su esposa Carmen Gómez. Esa tarde, al informar a la madre de Carmen, la Guardia Civil se sorprendió cuando preguntó: «¿Y el niño? ¡Por favor, dime que el niño está bien!».

Lo que la Interpol describiría como «el caso de desaparición más insólito de Europa» apenas había comenzado.
Unas vacaciones en familia que terminaron mal
Juan Pedro Martínez, de 10 años y único hijo, había acompañado a su padre en otros viajes, pero nunca en uno tan largo. Estaba obsesionado con ver las vacas en los pastos vascos, un lugar muy distinto de su Murcia natal, y su padre le prometió llevarlo si sacaba buenas notas.
Tras terminar el curso con éxito, su padre se sintió obligado a cumplir la promesa. Andrés, su padre, convenció a su esposa para que se uniera al viaje y cuidara del niño mientras él trabajaba. El 24 de junio, partieron hacia Cartagena donde el camión estaba cargado y preparado para iniciar el trayecto al País Vasco.
Tras el accidente, no había señales de Juan Pedro en la cabina del camión, aunque se encontraron cassettes infantiles y ropa de niño. Levantaron el vehículo con una grúa para verificar si el niño había caído fuera durante el choque, pero no estaba allí. Grupos de policías, voluntarios y militares buscaron exhaustivamente en la zona, sin éxito. A pesar de cavar entre la arena y la cal, solo hallaron la suela de una zapatilla que no correspondía a la del niño, lo que indicaba que probablemente estaba allí antes del accidente.

El hecho de que el camión transportaba ácido sulfúrico y que Juan Pedro desapareciera no pasó desapercibido, pero los químicos descartaron que el ácido pudiera haber disuelto completamente su cuerpo sin dejar rastro. Para que esto ocurriera, el cuerpo tendría que haber estado sumergido en el ácido durante al menos 24 horas. Además, se deberían haber encontrado restos no afectados por el ácido, como cabello, uñas, dientes o partes de su ropa, pero no había nada. Por lo tanto, la desaparición de Juan Pedro sigue siendo un misterio.
El cuentarrevoluciones del camión mostró que la familia hizo varias paradas previstas: en Venta del Olivo, Las Pedroñeras a las 0:12, una gasolinera cercana a Madrid a las 3:00 y en el mesón «Aragón» cerca de Cabanillas a las 5:30. El camarero recordó a la familia y su pedido: dos cafés para los padres y una tarta para el niño. Comieron, pagaron y se marcharon sin problemas. Aunque no los vio subir al camión, poco después notó que un camión cisterna salía del aparcamiento. Hasta ese punto, el viaje se desarrollaba con normalidad.
Los dos nórdicos
El cuentarrevoluciones reveló una anomalía durante el ascenso del camión por el puerto de montaña: hizo 12 paradas muy breves, la más corta durando menos de un segundo y la más larga alrededor de 20 segundos, cerca del punto más alto.
Los camioneros familiarizados con la ruta dijeron que normalmente sólo harían una parada, y que dos serían excesivas, especialmente dado que Martínez acababa de detenerse en Cabanillas. No había un embotellamiento que explicara las paradas.
Además, una investigación del camión mostró que, contrariamente a las suposiciones iniciales, los frenos del Volvo estaban completamente funcionales, y Andrés Martínez había conducido intencionalmente a esas velocidades tan altas.
El camionero que fue empujado fuera de la carretera declaró que, inmediatamente después del accidente, una furgoneta blanca Nissan Vanette se detuvo junto a su vehículo. La furgoneta era conducida por un hombre con bigote que hablaba con acento extranjero, acompañado por una mujer rubia.
El hombre le dijo que no se preocupara, que la mujer era su esposa y enfermera. La mujer revisó brevemente sus heridas antes de que la furgoneta se marchara para verificar el estado del camión que había chocado frontalmente con el Volvo, cuyo conductor estaba gravemente herido, y no se volvió a ver.
Este testimonio es la base de una afirmación que a menudo aparece en sitios y programas sobre el caso. Se dice que dos pastores vieron una furgoneta blanca detenerse junto al Volvo tras el accidente, de la cual descendieron un hombre y una mujer inusualmente altos y de apariencia nórdica, vestidos con trajes de médico, y que tomaron un paquete de la cabina del camión. Esta historia es tan antigua como el accidente y, aunque la policía intentó localizar a los supuestos pastores locales para interrogarlos, no encontraron a ninguno en la zona.
Teorías de conspiración

La misteriosa desaparición atrajo la atención de la prensa y pronto surgieron psíquicos, buscadores de ovnis, teóricos de conspiraciones y avistamientos falsos que empañaron la investigación.
La Teoría de los narcotraficantes

Se especula que la familia pudo haber sido víctima de un encuentro fortuito con narcotraficantes. Se dice que había un control policial en Somosierra esa mañana (aunque no está confirmado) y que, para pasar sin problemas, los traficantes obligaron al camión a detenerse en el ascenso y ofrecieron a Andrés llevar las drogas, argumentando que un camión de transporte legítimo no levantaría sospechas. Andrés rechazó y los traficantes secuestraron al niño, lo que llevó a Andrés a perseguirlos hasta el accidente.
Otros seguidores de la historia de los pastores, que no la vinculan con fenómenos sobrenaturales, afirman que Andrés aceptó y el niño fue tomado como garantía por las personas en la furgoneta, quienes luego recogerían las drogas que habían colocado en la cabina antes de la llegada del rescate.
En cualquiera de los casos, después del accidente, los traficantes eliminaron al niño para eliminar testigos.
Otros sugieren que pedófilos, sectas o traficantes de órganos podrían estar involucrados.
En 1987, el periódico nacional El País, generalmente una fuente seria, informó que se habían encontrado rastros de heroína en el camión, aunque no en la cabina sino en el tanque, lo cual no encaja con la teoría del encuentro aleatorio. Se llevó a cabo una investigación sobre el negocio de Andrés Martínez, pero no lograron vincularlo con ninguna persona del tráfico de drogas ni con otro tipo de actividad criminal.

La Teoría del Buen Samaritano
Un oficial implicado en el caso sugirió una teoría alternativa, la del «buen samaritano». Según esta teoría, alguien (posiblemente la pareja que viajaba en la furgoneta blanca) recogió a Juan Pedro, gravemente herido, del sitio del accidente y lo llevó a un hospital, pero el niño falleció antes de llegar y se deshicieron del cuerpo para evitar levantar sospechas.
La Teoría del Profesor y la Mujer Iraní
Pocos días después del accidente, se alegó que el niño había sido visto en Bilbao, pero la investigación no avanzó. Un profesor de autoescuela afirmó haber visto al niño en el centro de Madrid en mayo de 1987. Según él, una mujer extranjera ciega y mayor, que decía que su familia había escapado de Irán y vivía de la caridad, fue guiada por un niño de unos 10 u 11 años que hablaba español con acento andaluz. El profesor reconoció al niño como Juan Pedro Martínez cuando vio su foto en televisión. Sin embargo, Juan Pedro no tenía acento andaluz, sino del campo de Cartagena. El profesor intentó contactar a la mujer en la Cruz Roja, pero nunca la encontró. Esta afirmación no fue creída ni por la policía ni por los familiares de Juan Pedro.