La siguiente historia tuvo lugar al pie de la puerta romana más antigua que se conserva en Cáceres, conocida como Puerta del Río o Arco de Cristo. La tenue luz de una farola ilumina una pequeña hornacina que alberga una estatua del Cristo Crucificado.
El derramamiento de sangre evitado por Cristo
En el siglo XV, época de los Reyes Católicos, dos jóvenes caballeros, Don Gutierre de Saavedra y Don Fernández Pereiro, se encontraron cautivados por la belleza de Doña Inés de Aldana, hija de los nobles Don Rodrigo de Aldana y Doña Juana. La joven, considerada la más hermosa de Cáceres en aquellos tiempos, se convirtió en el objeto de deseo de ambos caballeros.
La disputa entre los pretendientes se tornó inevitable, y la única solución que consideraron para zanjarla fue un duelo. La fatal cita se programó en la oscura noche junto a una hornacina que albergaba un Cristo crucificado, iluminado por la tenue luz de un farol. El escenario elegido para el enfrentamiento fue el emblemático Arco del Cristo, un lugar que presenciaría una historia excepcional.
El Duelo Iluminado
Con armas en mano, los caballeros iniciaron el duelo. Sin embargo, en el primer cruce de espadas, la vela que iluminaba el Cristo se apagó, sumiendo a los contendientes en la oscuridad más absoluta. Interpretando esto como una señal divina, decidieron bajar sus armas.
Cuando la luz volvió al encenderse la vela, reanudaron el duelo. Pero una vez más, la luz titubeó y se apagó, desconcertando a los caballeros. En un tercer intento, al reiniciar el enfrentamiento, la vela volvió a extinguirse. Al separarse, la luz retornó, y en ese momento, ambos caballeros sintieron que el Cristo les observaba desde la hornacina.
La Revelación y el Juramento
Entendiendo que aquello era una señal divina, los caballeros decidieron no derramar más sangre por la dama y permitir que Doña Inés eligiera libremente. Al amanecer, se dirigieron al palacio de Don Rodrigo de Aldana, padre de la joven, para compartir su revelación. En el camino, observaron a Doña Inés despidiéndose de un joven que se descolgaba por una cuerda.
Al presenciar esta escena, ambos caballeros comprendieron que el corazón de Doña Inés ya tenía dueño, y su duelo hubiera sido en vano. Agradecidos por la revelación divina, juraron que el Cristo no volvería a quedar en la oscuridad. Las familias de Gutiérrez de Saavedra y de Pereiro se comprometieron a mantener la hornacina siempre iluminada, primero con velas y luego con luz eléctrica.
La Luz Perpetua
Así nació la tradición de iluminar al Cristo y la puerta cada noche, una promesa cumplida a lo largo de los años. La leyenda del duelo bajo el Arco del Cristo perdura en Cáceres, recordándonos que, a veces, la luz divina guía nuestras decisiones y que la belleza de una historia puede iluminar incluso los rincones más oscuros del pasado.