En el corazón de Palma, un misterioso rincón despierta la curiosidad de aquellos que deambulan por las callejuelas, cautivados por su singularidad. ¿Alguna vez te has preguntado qué secretos aguardan detrás de una de las fachadas más reconocidas de la ciudad?
Bajo el nombre de Fornet de la Soca, anteriormente conocido como Forn des Teatre, este rincón gastronómico se erige como un testigo fiel de la historia mallorquina, rescatando tradiciones locales que, de otro modo, se habrían desvanecido en el olvido.
Su fachada, en la Plaça de Weyler, se ha convertido en un ícono fotografiado por todos los amantes de Palma, un emblema que trasciende lo visual. Destaca entre los demás edificios gracias a su letrero de madera, inspirado en el estilo art nouveau, otorgándole un toque distintivo poco común en la zona.
Sin embargo, más allá de su atractivo visual, este lugar alberga mucho más que una fachada bonita. Tras la crisis económica de 2008, el negocio experimentó transformaciones de nombre y dueños, pero mantuvo su estructura original, conservando así un fragmento crucial de la historia de la ciudad.
Es en este contexto que nace El Fornet de Sa Soca, cuando Tomeu Arbona y su esposa María José Orero, después de perder sus empleos en educación y trabajo social, decidieron reinventarse como chefs. Fue entonces cuando empezaron a elaborar productos de repostería siguiendo las antiguas tradiciones de las casas mallorquinas.
Un Horno Centenario
Nos cuentan Tomeu y María José que comenzaron en un pequeño local en la calle Sant Jaume, al que dieron el encanto de un colmado tradicional. Sin embargo, a medida que el negocio crecía, este espacio se volvía cada vez más pequeño. Un día, paseando por la Rambla, descubrieron que el Forn del Teatre estaba en alquiler y supieron de inmediato que ese era el lugar perfecto para ellos, sin importar el precio.
Este horno histórico, activo desde finales del siglo XIX, exhibe un escaparate que es una auténtica obra de arte. Aunque el interior ha experimentado modernizaciones, Tomeu y María José se esforzaron por rescatar los antiguos suelos hidráulicos y decorar el espacio con muebles provenientes de otras pastelerías históricas.
Con estas acciones, buscan ofrecer a sus clientes y a los residentes de Palma una conexión tangible con la historia de la isla, una oportunidad para «conectar con un pasado pre-turístico» que cada vez se desvanece y olvida más.
Mallorca, convertida en una isla sumamente turística, ha visto cómo muchas de sus tradiciones mallorquinas ancestrales se han reducido a simples estereotipos y se han comercializado como souvenirs, explican con firmeza. No obstante, Tomeu y María José han defendido con fuerza que Mallorca posee un increíble patrimonio cultural y gastronómico, luchando por profundizar en las raíces y rechazando la superficialidad reinante.
Arqueología Gastronómica
En el Fornet, han llevado a cabo una especie de arqueología gastronómica, explorando archivos de conventos, casas señoriales y antiguos recetarios familiares para rescatar auténticos tesoros gastronómicos que habían caído en el olvido.
Entre sus productos destacados se encuentra la ensaimada trenzada de patata, una versión primigenia de la ensaimada que todos conocemos y que había sido completamente olvidada. Según cuentan, esta ensaimada se presume de origen cripto-judío, recordando al pan trenzado challah redondo que preparan las comunidades judías en año nuevo.
Resulta fascinante pensar que la comunidad judía mallorquina, en tiempos de persecución, añadiera manteca a sus challah para demostrar su conversión al cristianismo. Es diferente a la ensaimada convencional, con una textura más densa y untuosa.
Otro de los tesoros recuperados es la tortada reial, un pastel tradicional para celebraciones especiales. Se compone de un gató de almendra relleno de mermelada de membrillo y confitura de yema de huevo, todo cubierto con un delicioso merengue.
En el pasado, estas tortadas solían ser decoradas con flores naturales, utilizando el merengue para crear elaboradas decoraciones y capillas donde se colocaban estampitas de santos y ángeles. Incluso se celebraban concursos para premiar la tortada más bonita.
Para Tomeu y María José, estos sabores no solo satisfacen el apetito, sino que también cuentan la historia y el paisaje de la isla, proporcionando un significado especial a cada bocado.
Así que, detrás de la fachada más hermosa de Palma, se encuentra un espacio donde los sabores perdidos y las tradiciones olvidadas de Mallorca resurgen. Si alguna vez tienes la oportunidad de visitarlo, podrás conocer de cerca la dedicación de esta pareja por preservar la rica herencia culinaria local o probar sus deliciosas cocas, panades y cocarois.