En los años 80, se caracterizó por ser una época donde la búsqueda de riqueza se consideraba el indicador del interés público. Los generosos incentivos fiscales dirigidos a los ricos, la supresión de ciertos programas estatales, la liberalización del sector de ahorro y préstamo, y el aumento significativo de la deuda nacional definieron este período.
En este contexto surgió Corporate Head, que reflejaba los valores y la moralidad de la administración Reagan-Bush. A pesar de su tamaño relativamente reducido, planteaba cuestiones de gran relevancia al criticar la mentalidad corporativa y el enfoque en la rentabilidad a cualquier costo.
El artista Terry Allen diseñó una estatua de bronce a escala real de un hombre con traje formal y sosteniendo un portafolio con la mano izquierda. El ejecutivo se inclina, realizando una reverencia y hundiendo la cabeza en los fundamentos físicos del edificio, simbolizando así su compromiso con la estructura corporativa. La figura está unida al edificio solo desde el cuello hacia abajo, sugiriendo que está completamente absorbida mentalmente por los intereses del sistema establecido.
Allen insistió en que la escultura se ubicara en la fachada principal del edificio, donde fuera notable y resaltada por la dirección y la placa con el nombre del inmueble. Complementada con poesía de Philip Levine (accesible al espectador al adoptar la postura de la estatua), Corporate Head representa al observador, visto por Allen como el ciudadano corriente que frecuentemente enfrenta las cargas de diversas presiones económicas y motivaciones dudosas.
El poema de Levine, también titulado Corporate Head, dice:
Dijeron que tenía cabeza para los negocios
Dijeron que para avanzar
tenía que perder la cabeza.
Dijeron sé concreto
y me convertí
en concreto.
Dijeron,
ve, hijo mío,
multiplica,
divide, conquista.
Hice lo mejor que pude.
