En el pintoresco número 2 del Callejón de la Monja, los visitantes se encuentran con la majestuosidad arquitectónica de la Casa del Sol. Aunque de origen gótico del siglo XV, las reformas llevadas a cabo en el siglo XVI le confirieron el aspecto que hoy admiramos.
Imágenes vía tripadvisor.es
Nota: no se puede visitar el interior de la Casa del Sol. Lamentablemente solo podemos admirarla por fuera.
El Encargo del Escudo Heráldico
En el año 1549, un noble de la región decidió renovar la imagen de su residencia y contrató al mejor maestro cantero del reino. Este hábil artesano, originario de la región de León, no solo trajo consigo su destreza, sino también a dos de sus hijos, quienes se convertirían en sus más valiosos colaboradores.
La encomienda era clara: esculpir el escudo más hermoso de la villa. Los días transcurrían, y el escudo de los Solís cobraba vida, despertando admiración entre los habitantes de Cáceres.
Sin embargo, mientras el maestro cantero inmortalizaba la heráldica de la casa, su hijo mayor se sumergía en los rincones oscuros del pueblo, poblados por maleantes, prostitutas y jugadores. Una fatídica noche, el hijo cometió un crimen para saldar deudas de juego, llevando consigo un oscuro secreto.
La Difícil Decisión
Con el escudo principal completado, el señor de la casa encargó más reformas y otro escudo de menor escala. Pero la tragedia golpeó cuando el hijo mayor, con las manos ensangrentadas, confesó haber cometido un asesinato. Las autoridades lo buscaban, y el tiempo apremiaba.
El maestro cantero, enfrentado a una decisión difícil, optó por esconder a su hijo en la estructura en construcción, empotrándolo en el muro de la Casa del Sol. La intención, sin embargo, no era el rescate, sino un castigo por el mal comportamiento del joven.
Los días pasaban, y el hijo menor instaba a su padre a rescatar a su hermano. Sin embargo, el maestro cantero mantenía su intención de castigar a su primogénito. A medida que avanzaban las obras, la fachada lateral recibió su última decoración: un nuevo escudo con un sol, pero esta vez, un sol triste. Era un recordatorio del deshonor causado por el hijo mayor.
El Adiós con Flores
Con la obra concluida, el maestro cantero pagó el salario a su hijo menor. Este gesto de despedida fue acompañado por un acto de redención. El joven, al entregarle dinero a un niño del pueblo, le pidió que comprara flores y las colocara bajo el escudo con cara triste.
Después de abrazar a su padre, el hijo menor desapareció en el silencio, llevándose consigo las palabras no pronunciadas entre padre e hijo.