La historia de la Dama Emparedada, Doña Isabel Zaforteza (Elisabet Safortesa Gual-Desmur), se remonta a principios de la década de 1570. Tras quedar viuda, Isabel buscó consuelo entre amigos y familiares. Sin embargo, su dolor era tan abrumador que ninguna ayuda parecía suficiente. Incluso la intervención de su gran amiga, una monja del convento de Santa Magdalena, resultó ineficaz. La desesperación de Isabel la llevó a idear un plan extraordinario.
El Plan Maestro para Morir sin Suicidarse
Con la muerte de la monja en 1574 y tras casi cuatro años de viudez, Isabel concebió un plan maestro para morir sin recurrir al suicidio, ya que eso comprometería su acceso al cielo. A pesar de que la idea estaba prohibida y era ilegal, Doña Isabel, respaldada por su posición social y económica, decidió llevarlo a cabo en 1576.
La mujer valiente optó por encerrarse de por vida, emparedándose en una diminuta celda dentro de la Catedral de Palma de Mallorca, específicamente junto a la famosa capilla de Barceló (Capilla del Santísimo).
La Extraña Celda y las Condiciones de Encierro
La celda en la que Elisabetta Forteza pasó los siguientes 13 años de su vida era tan estrecha que no permitía dormir estirada. Con medidas aún más extremas, se instaló un pequeño torno para suministrarle comida y bebida.
Su única conexión con el mundo exterior era una pequeña ventana, visible desde el exterior de la catedral, ubicada a más de 2 metros de altura. La celda se convirtió en su aislado mundo, donde sobrevivía con las sobras que la gente le proporcionaba a través del torno.
El Mal de Amores y la Decisión Descabellada
¿Qué llevó a Doña Isabel a tomar una decisión tan extrema y desconcertante? Se especula que fue el mal de amores, ya que, a pesar de ser joven, hermosa y rica, eligió encerrarse en lugar de aceptar los pretendientes que tenía. Esta peculiar opción sorprendió a quienes la conocían y dejó a la ciudad sin un ejemplo similar en su historia.
El Misterio Tras la Muerte y el Rastro Perdido
El encierro de Isabel Zaforteza duró 13 años, durante los cuales apenas se comunicó con el mundo exterior. Después de su fallecimiento, en algún momento desconocido, la sacaron de la celda y la enterraron en el antiguo convento de Santo Domingo. Sin embargo, cuando derribaron el convento en 1837, su rastro se perdió.
Las teorías sugieren que podría permanecer oculta en el parlamento de las Islas Baleares o haber sido trasladada en secreto a la iglesia de Santa Eulalia, pero no hay pruebas que respalden ninguna de estas hipótesis.
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