En medio del bullicioso Upper West Side de Manhattan, justo en Straus Park, se alza una elegante escultura llamada “Memory”, obra del escultor Augustus Lukeman.
El monumento honra la memoria de Isidor e Ida Straus, una pareja muy querida en Nueva York que falleció en el hundimiento del Titanic en 1912. Sin embargo, hay una figura en esta historia que no aparece en las placas conmemorativas, pero cuya imagen quedó inmortalizada: la modelo que posó para la escultura, Audrey Munson, conocida como la primera supermodelo de Estados Unidos, cuya vida tomó un rumbo trágico tras su breve paso por la fama.
La Venus Americana

Nacida en Rochester, Nueva York, en 1891, Audrey Munson fue descubierta a los 17 años mientras caminaba por la Quinta Avenida. A partir de ese momento, su carrera como modelo despegó rápidamente. Para 1915, era la musa favorita de escultores y arquitectos, convirtiéndose en el rostro (y cuerpo) de numerosas obras que aún adornan la ciudad de Nueva York.
Entre sus apariciones más notables están la figura al tope del Edificio Municipal, las estatuas del Monumento al USS Maine, la Fuente Pulitzer y la escultura de “La Belleza” en la Biblioteca Pública de Nueva York. Su belleza clásica le valió el sobrenombre de “La Venus Americana”, y su figura quedó inmortalizada en mármol y bronce por toda la ciudad.
Del arte al cine… y a la oscuridad
Audrey no solo conquistó el mundo del arte. También incursionó en el naciente cine mudo, actuando en cuatro películas y siendo pionera como una de las primeras mujeres en aparecer desnuda en pantalla (en un contexto artístico, no sexualizado).
Sin embargo, su carrera se vio abruptamente interrumpida por un escándalo que no causó ella, pero que marcó su destino.
Un crimen y una caída injusta
En 1919, Munson vivía con su madre en una pensión en la calle 65 Oeste. El dueño del lugar, el doctor Walter Wilkins, se obsesionó con ella al punto de asesinar a su esposa para “hacerse disponible” para Audrey. Aunque Munson no tuvo nada que ver y negó cualquier relación con Wilkins, la prensa sensacionalista la vinculó al caso. El escándalo manchó su reputación, y pronto los contratos dejaron de llegar.
Wilkins fue condenado a muerte, pero se suicidó en prisión antes de ser ejecutado. Audrey, en cambio, fue condenada al olvido.
Una vida en silencio
Tras su caída en desgracia, Audrey intentó quitarse la vida en 1922. Años más tarde, en 1931, el día de su cumpleaños número 40, fue internada en un hospital psiquiátrico tras ser diagnosticada con depresión y esquizofrenia. Vivió allí durante los siguientes 65 años, hasta su muerte en 1996, a la edad de 104 años. Nadie la recordaba.
En un artículo publicado en 1921 por Hearst Magazines, Audrey escribió con melancolía:
“¿Qué sucede con las modelos de los artistas? ¿Dónde está ahora, esa modelo que fue tan hermosa? ¿Cuál ha sido su recompensa? ¿Es feliz y próspera… o está triste y desdichada, con su belleza desvanecida, dejando solo recuerdos tras de sí?”
Un legado olvidado… pero aún visible
Audrey Munson fue, sin duda, una figura clave del arte público estadounidense. Su rostro está impreso en el paisaje urbano de Nueva York, aunque pocos conocen su nombre o su historia.