«Del Códice al Mural» fue inaugurado el 25 de mayo de 1987 en la estación Tacubaya de la línea 1. Según su creador, Guillermo Ceniceros, lleva ese nombre porque gran parte de la información para esta obra proviene del códice Ramírez y del códice Boturini.
Durante más de un año de labor y sobre una superficie de cerca de 600 metros cuadrados, Ceniceros representa la travesía de los mexicas desde su partida de Aztlán hasta su arribo al valle de México, donde fundaron Tenochtitlán.
La técnica empleada es acrílico sobre una base de fibra de vidrio, cuya ventaja radica en que es fácilmente restaurable. Las secciones deterioradas pueden ser removidas, ya que están formadas por capas; es una combinación de aplanado, acrílico, fibra de vidrio y pigmentos que aportan color en diversas capas.
Cada segmento del mural fue diseñado para facilitar su extracción y restauración. Además, esta obra le valió ser el único mexicano nominado a un concurso de arte a nivel mundial.
Aunque son vistos por miles de personas cada día, los murales a menudo pasan desapercibidos y se les da menos importancia. El mural retrata la migración de los mexicas desde el legendario pueblo de Aztlán.
Si observas con atención, notarás diversas deidades prehispánicas, como la diosa de la luna Coyolxauhqui, la diosa madre adornada con bordados de serpientes Coatlicue, el dios creador con serpientes emplumadas Quetzalcóatl, y el señor de la muerte y del inframundo Mictlantecuhtli.
En el segundo nivel, el mural representa la ciudad de Tenochtitlan, rodeada por el lago de Texcoco y pintada de manera que parece ser observada desde lejos, como si se viera desde un balcón, tal y como Cortés la contempló desde el volcán Popocatépetl.
