En el corazón del casco antiguo de Srinagar, en la región de Jammu y Cachemira, se encuentra un lugar tan modesto como enigmático: el santuario de Rozabal.
Oculto entre las estrechas calles del barrio Khanyar, este pequeño edificio rectangular cubierto de losas de mármol marrón ha sido escenario de una de las teorías más controvertidas de la historia religiosa moderna. Mientras para muchos es la tumba de un antiguo santo sufí, otros afirman que es el lugar donde Jesús de Nazaret vivió sus últimos días y fue enterrado.
Rozabal, cuyo nombre proviene del kashmiri Rauza-bal (que significa “tumba sagrada” o “tumba del profeta”), alberga dos sepulcros. Uno pertenece a Syed Naseeruddin, un santo musulmán bien documentado, descendiente directo del octavo imán chií. El otro, atribuido a una figura misteriosa llamada Yuz Asaf, es el que ha generado debates, teorías y disputas que cruzan continentes y religiones.
¿Quién fue Yuz Asaf?
Las primeras menciones de Yuz Asaf aparecen en el siglo XVIII, en un texto persa llamado Waqi’at-i-Kashmir, donde se describe a un profeta extranjero que curaba a personas con lepra, razón por la cual se le llamó “el líder de los sanados”. El nombre Yuz Asaf se interpreta en este contexto como “líder (yuz) de los curados (asaf)”. Algunos lo vinculan con Gautama Buda, mientras que otros, como el místico Mirza Ghulam Ahmad —fundador del movimiento Ahmadía—, aseguraron que se trataba nada menos que de Jesucristo.
La teoría de Jesús en la India
En 1899, Ghulam Ahmad publicó su teoría en el panfleto Razz-i Haqqiyat y más adelante en su libro Masih Hindustan Mein (“Jesús en India”), donde afirmaba que Jesús no murió en la cruz, sino que sobrevivió y escapó hacia el este con su madre María. Según su versión, María murió en el camino, en lo que hoy es Murree (Pakistán), y Jesús llegó hasta Cachemira, donde vivió hasta los 120 años y fue enterrado en Rozabal.
Esta interpretación, que contradice tanto la doctrina cristiana (que afirma la crucifixión y resurrección de Jesús) como la islámica (que lo considera ascendido al cielo), generó un interés inusitado en el santuario, sobre todo entre investigadores y turistas extranjeros. Sin embargo, también levantó polémica, especialmente entre cristianos y musulmanes que consideran blasfema la idea de que Jesús esté enterrado en algún lugar de la Tierra.
Evidencias y similitudes culturales
Los defensores de esta teoría citan múltiples indicios. Por ejemplo, la tumba de Yuz Asaf está orientada de este a oeste, como se hace en las sepulturas judías, en contraste con la orientación norte-sur de las tumbas musulmanas. También se han encontrado impresiones en piedra de unos pies con marcas de heridas, interpretadas por algunos como señales de crucifixión.
Además, hay quienes afirman que los pueblos kashmiríes, especialmente en aldeas como Gultibagh, descienden de las tribus perdidas de Israel, exiliadas tras la invasión asiria en el siglo VIII a.C. Algunos de estos habitantes incluso se autodenominan “Beni Israel” (hijos de Israel) y mantienen costumbres, festividades y rasgos físicos que recuerdan al judaísmo antiguo.
Otros investigadores occidentales, como Nicolas Notovitch y Suzanne Olsson, también reforzaron esta hipótesis. Notovitch escribió La vida desconocida de Jesucristo tras visitar la región en el siglo XIX. Olsson, por su parte, afirmó ser descendiente directa de Jesús y María Magdalena, y en la década de 1990 intentó extraer ADN de la tumba, lo que le costó el rechazo local y acciones legales por parte del gobierno indio.
Críticas y escepticismo
Pese al entusiasmo de ciertos investigadores y escritores, muchos académicos han rechazado estas teorías por falta de pruebas concluyentes. Algunos historiadores locales sostienen que el santuario fue originalmente hindú o budista, convertido más tarde al islam con la llegada del sufismo. Incluso se ha señalado que el nombre Yuz Asaf proviene de leyendas budistas, donde “Yuzasaf” es una figura asociada al propio Buda.
Por su parte, los cuidadores actuales del santuario, musulmanes suníes, niegan rotundamente que Jesús esté enterrado allí. La tumba permanece cerrada al público y solo se permite el ingreso el día 13 de cada mes lunar. En la entrada se han colocado carteles con versículos del Corán y la Biblia que afirman la ascensión de Jesús al cielo, intentando detener las especulaciones.
Un misterio sin resolver
La historia de Rozabal se sitúa en la encrucijada entre la fe, la historia y la identidad cultural. Para algunos, es una teoría fascinante que merece más investigación; para otros, es una narrativa sin base real, alimentada por el deseo de descubrir nuevas versiones del pasado. Entre tanto, el santuario sigue siendo un imán para curiosos, místicos y turistas.
Como muchas otras leyendas sin resolver, la tumba de Rozabal no parece estar cerca de ofrecer respuestas definitivas. Pero su poder para generar preguntas —y atraer visitantes— permanece intacto. Tal vez, más que un lugar de certezas, Rozabal es un espejo donde se reflejan las múltiples formas de buscar sentido a la figura de Jesús en Oriente.