El asfalto debajo de nosotros deja de ser asfalto para convertirse en sangre fresca.
La Calle de la Cabeza,se llama así porque en los tiempos de Felipe III, un “gentil” hombre de la época, tuvo el antojo de cenar una cabeza de carnero. Pues el caballero en cuestión compró la cabeza justo en el rastro y la metió debajo de la capa, sin darse cuenta de que tras él iba dejando un reguero de sangre. Un alguacil que le vio le dijo ¡Alto ahí! ¿Qué lleva usted debajo de la capa?
El tipo dijo, pues una cabeza de carnero, que voy a cenar. Mostró la cabeza de carnero y descubrió, para su sorpresa y la de todos, que era la cabeza de un ser humano. Hasta ese momento desconocido.
¿Por qué había una cabeza humana en lugar de una cabeza de carnero?
Se supone, dice la leyenda, que fue un castigo divino, porque este “gentilhombre» años antes había cortado la cabeza de un rico sacerdote para robarle. Lo que se dice gentilhombre no sería. La justicia le detuvo y lo condenó a muerte en la horca.
Felipe III, para que no se olvidara este horrible crimen, mandó a esculpir una cabeza de carnero, la puso en una casa aleatoria, porque no se sabe muy bien dónde estaba la casa de la cabeza, y fue esa casa y ese crimen el que dio nombre a toda la calle. La calle de la cabeza.