«Para manifestar de manera destacada que el monumento que estoy erigiendo estará dedicado a la Ciencia, he decidido inscribir en letras doradas en la gran franja del primer piso y en un lugar de honor, los nombres de los más grandes científicos que han honrado a Francia desde 1789 hasta el presente.»
Así explicaba Gustave Eiffel, el 20 de febrero de 1889 durante un discurso en la Escuela de Altos Estudios Comerciales, su intención de mostrar los nombres de algunos de los científicos, industriales e ingenieros franceses más importantes de su tiempo en el borde del primer piso de su “Torre de 300 metros”.
Cuvier, Legendre, Becquerel, Coulomb, Bichat… En realidad, se sabe poco sobre el proceso de selección de los científicos: no hay ningún orden, jerarquía, ni explicaciones sobre la inclusión de ciertos nombres. Sin embargo, se sabe que cada figura homenajeada en la torre desempeñó un papel relevante en el avance de las ciencias denominadas “exactas” y que todos ellos fueron, en algún momento de sus vidas, franceses.
Un homenaje limitado por restricciones técnicas
Si no se encuentra ninguna mujer en la selección (no olvidemos que Marie Curie tuvo que esperar hasta 1995 para que sus restos fueran trasladados al Panteón de París), también se excluyeron los nombres excesivamente largos. Es el caso, por ejemplo, de Jean-Baptiste Boussingault, botánico al que se debe la química agrícola moderna, o del zoologista Jean Louis Armand de Quatrefages de Bréau, quien, en efecto, tenía un nombre muy extenso. Dado el espacio disponible, ninguno podía tener un apellido que superara las doce letras.
Como una especie de Panteón científico del siglo industrial, esta lista estuvo sin embargo cubierta de pintura durante gran parte del siglo XX. Solo en 1988, después del habitual repaso de pintura realizado cada 7 años sobre la Dama de Hierro, los nombres fueron nuevamente expuestos al público. Desde entonces, es posible, al acercarse y mirar hacia el primer piso del monumento, leer estos 72 nombres inmortalizados en hierro.