Nota: Este artículo, desde una perspectiva antropológica cultural, tiene fines informativos sobre el culto a la santa muerte en CDMX. No busca promover ni juzgar estas creencias. Se recomienda discreción y respeto al leer. Atlas Insolitus está basado en principios laicos, ofreciendo contenido desde un punto de vista neutral y secular.
En la calle Alfarería #12, en la Colonia Morelos, los primeros días de cada mes —y especialmente en noviembre—, cientos de fieles de la “Niña Blanca” se dirigen al famoso altar para cumplir con sus peticiones mediante ofrendas que incluyen bebidas alcohólicas, frutas, cigarros e incluso drogas.
Además, en ese lugar se celebran misas que, aunque son parecidas a las que se efectúan en otras iglesias, tienen como protagonistas tanto a Dios como a la Santa Muerte.
Al igual que en la Basílica de Guadalupe o el Templo de San Hipólito, cientos de devotos llegan al altar de la Santa Muerte con la esperanza de recibir la bendición de sus imágenes, escapularios, velas o estampas. De igual manera, quienes cumplen promesas con la “Virgen de los olvidados” también se presentan para ofrecer alimentos o algún objeto asociado al culto.
Es importante destacar que, aunque el origen del culto tiene diversas teorías, al referirse al altar de la Santa Muerte en Tepito también se debe tener en cuenta la historia de Doña Enriqueta Romero.
Fundadora del culto a la Santa Muerte, Doña Queta —como se le llama afectuosamente— devota desde hace más de 60 años, estableció en el 2001 el altar a la “Niña Blanca” en las afueras de su casa en la Colonia Morelos. Aunque ha sido entrevistada por varios medios, la misteriosa mujer nunca ha explicado si hubo una razón específica o circunstancia que la llevó a convertirse en creyente.
Igualmente, Doña Enriqueta Romero ha defendido su culto contra cualquier malinterpretación que haya surgido con el tiempo. Aunque es consciente de que la figura de la Santa Muerte está asociada a personas encarceladas o delincuentes, ella afirma que su propósito no es juzgar, sino mantener la fe en una figura que ha proporcionado consuelo y refugio a las penas de cientos de devotos que han integrado a la “Virgen de los olvidados” en su vida diaria.