Se trata de L’homme à la Fenêtre (El hombre en la ventana), una escultura urbana tan discreta como encantadora, creada por el artista Philippe Rebuffet en 1983 y restaurada en 2008.
A primera vista, podría parecer una simple ventana abierta con una cortina ondeando al viento. Pero al mirar con atención, el espectador descubre algo más: un hombre sin camisa, en actitud tranquila, que observa la calle desde su balcón ilusorio. La escena combina escultura, mosaico y trampantojo para engañar sutilmente a la vista, logrando una ilusión óptica que detiene a los transeúntes por un instante.
Este personaje anónimo, ajeno al bullicio turístico de Montmartre, se ha convertido en una especie de guardián poético del barrio. No tiene nombre ni historia definida, pero su presencia despierta preguntas, sonrisas y, a veces, intentos de conversación por parte de los curiosos.
Lejos de los monumentos tradicionales, L’homme à la Fenêtre es una muestra de cómo lo insólito puede habitar las esquinas más comunes, esperando a ser descubierto por quienes miran con atención.