En el sur de Austria, en las afueras de la localidad de Gmünd, se encuentra una de las capillas más peculiares del país: la Iglesia de Santa María, conocida popularmente como la Iglesia Dividida. Lo que la hace tan singular no es su arquitectura barroca ni sus frescos antiguos, sino el hecho de que una carretera atraviesa literalmente el edificio, separando el altar de los bancos de la congregación.
Desde el exterior, el templo parece un conjunto partido en dos: de un lado, la zona donde el sacerdote o vicario oficiaría la misa; del otro, al otro lado del camino, las bancas donde se sentaría el público. Esta inusual disposición obliga a imaginar los servicios interrumpidos por el ruido de los motores, o incluso a imaginar a los feligreses asomados por la ventanilla del coche, como en una especie de iglesia con “servicio de auto”.
La historia de esta curiosa construcción se remonta al siglo XV. Originalmente, se trataba de un santuario junto al camino, donde se predicaba al aire libre a una congregación que se reunía de pie en la calle. No existía aún el lado izquierdo del edificio, y, por supuesto, tampoco había vehículos circulando. Sin embargo, en el siglo XVII, un sacerdote decidió brindar mayor comodidad y refugio a sus feligreses. Así, construyó una estructura al otro lado de la vía, aprovechando el único espacio disponible en el terreno, que tenía una pendiente pronunciada y poco margen para expandirse.
El resultado fue un edificio único: dos cuerpos separados por una calzada, que conforman un solo templo. A lo largo del tiempo, la carretera que lo atravesaba fue transformada en una vía secundaria, mientras el tráfico principal fue desviado por una circunvalación. Aun así, sigue siendo posible conducir por el medio del templo, como si se tratara de una experiencia religiosa sobre ruedas.
En su interior, la iglesia conserva elementos históricos como frescos en las paredes, un pequeño altar, un par de bancos de madera con espacio limitado (menos incluso que un vuelo de bajo coste) y una cuerda que cuelga del techo, probablemente utilizada para tocar la campana. La parte de la congregación cuenta con dos niveles: una planta baja con filas de bancos, y un nivel superior desde donde se podía observar el servicio, si las condiciones lo permitían.
No está del todo claro si todavía se celebran misas en esta capilla (aunque muchos dicen que solo durante las procesiones de semana santa o durante los días de súplica y el Lunes de Pentecostés.), pero su valor como curiosidad arquitectónica y patrimonio local permanece intacto. Para algunos, es un símbolo de ingenio ante las limitaciones del espacio; para otros, simplemente una anécdota pintoresca en la historia religiosa de Austria.
Quienes visitan Gmünd no pueden resistirse a probar la experiencia completa: conducir lentamente entre las dos mitades de la iglesia, como si recibieran la bendición desde el volante. Porque si alguna vez existió una iglesia diseñada para automovilistas, esta sería la indicada para absolver los pecados… con una sonrisa y, tal vez, un par de Bloody Marys en la cervecería local.