Los Gatos Eliseo y Vasilisa

San Petersburgo, Rusia Dos conmovedoras estatuas que recuerdan a los héroes de bigotes y cuatro patas durante la Segunda Guerra Mundial.
Dirección: Ulitsa Malaya Sadovaya, 8 & 3, Sankt Peterburg Coordenadas: 59.93442, 30.33763 Metro: Gostiny Dvor (Línea 3)

En San Petersburgo hay rincones que se descubren solo cuando uno aprende a mirar hacia arriba. Entre las fachadas elegantes de Malaya Sadovaya, a un paso del Nevsky Prospekt, dos gatos vigilan la ciudad desde lo alto: Eliseo, oscuro y solemne, y Vasilisa, dorada y juguetona. No son tan conocidos como el Jinete de Bronce, pero quien se va sin verlos siente que su visita queda incompleta, como un banquete al que le falta el último y más sabroso bocado.

Las esculturas fueron creadas por el artista Vladímir Petrovichev y, fieles a la naturaleza felina, eligieron encaramarse en cornisas y ventanas donde casi nadie suele fijarse. Eliseo descansa en el número 3 de Malaya Sadovaya, como un guardián silencioso, mientras que Vasilisa se pasea en el número 8, cerca de una ventana que parece haberle quedado hecha a medida.

Alrededor de ellos nació un pequeño ritual urbano: lanzar una moneda hasta la repisa donde reposa Eliseo. Si la moneda se queda arriba y no cae al suelo, el deseo del visitante se cumplirá. Quien lo consigue, dicen, se lleva de la ciudad una especie de bendición secreta.

Pero estas figuras encierran también un eco de memoria. Muchos creen que fueron erigidas como homenaje a los gatos que salvaron Leningrado tras el terrible asedio de la Segunda Guerra Mundial. Cuando la ciudad fue liberada, estaba infestada de ratas hambrientas, y para combatir la plaga se enviaron gatos desde Yaroslavl y, más tarde, desde Siberia. 

Algunos lo llaman mito, otros historia, pero en cualquier caso la imagen de aquellos animales convirtiéndose en aliados de los supervivientes ha quedado grabada en la memoria colectiva. 

Así, entre mito y realidad, estas dos esculturas se han convertido en algo más que un detalle urbano. Son un juego para los visitantes, un guiño para los que saben mirar, y un recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros de la historia de la ciudad hubo pequeños héroes de cuatro patas.

Nota curiosa

Eliseo y Vasilisa también han conocido la sombra del crimen.

En 2014, la dorada gatita desapareció: alguien la robó de su cornisa. Fue un golpe doloroso para los vecinos, y más aún para Eliseo, que quedó en soledad. Sin embargo, al cabo de un tiempo Vasilisa regresó a casa, rescatada en Moscú gracias a manos bondadosas. Desde entonces, una cámara vigila su ventana, aunque muchos prefieren creer que es Eliseo, desde su atalaya oscura, quien vela por su compañera.

Eliseo tampoco ha estado libre de infortunios. A menudo, vándalos le arrebatan las monedas que los visitantes lanzan con la esperanza de que su deseo se cumpla, como si robaran pequeños fragmentos de ilusión.

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