Salty Dawg Saloon

Homer, Alaska La clásica costumbre americana de dejar dólares en las paredes de los bares aquí se lleva al siguiente nivel.
Dirección: 4380 Homer Spit Rd, Homer, AK Coordenadas: 59.60192, -151.42154 Desde Anchorage → Sterling Hwy → Lake St → Ocean Dr → Homer Spit Rd Actividades en Español en Alaska

En el extremo de Homer Spit, una lengua de tierra que se adentra siete kilómetros en la bahía de Kachemak, hay un lugar imposible de ignorar. Una cabaña de madera, con una torre que parece faro, encendida cuando hay vida adentro, apagada cuando todo se ha ido a dormir. Es el Salty Dawg Saloon. Y aunque hoy es un bar famoso, su historia comenzó mucho antes de que Homer fuera siquiera un pueblo.

El edificio se levantó en 1897. Fue oficina de correos, estación de tren, tienda, escuela. Cambió de piel muchas veces, hasta que en 1957 abrió sus puertas como bar. Luego vino el terremoto del Viernes Santo, en 1964. El edificio sobrevivió, pero fue movido hasta el lugar en el que está ahora. Y ahí, al poco tiempo, alguien levantó la torre que lo hace inconfundible. Un tanque de agua disfrazado de faro.

Los billetes de 1 dólar

Pero lo que realmente sorprende está dentro. No son las bebidas, ni la barra de madera gastada. Son los billetes. Cientos, miles. Pegados en paredes y techos, firmados, con mensajes, con nombres, con fechas. Un marinero, cuenta la leyenda, dejó el primero. Un dólar para que su amigo pudiera tomarse un trago cuando llegara a puerto. Desde entonces, la tradición no se detuvo. Y cada cierto tiempo, esos dólares se despegan y se convierten en donaciones: para los Special Olympics, para clubes deportivos, para pescadores que ya no pueden salir al mar.

El ambiente es extraño y acogedor a la vez. Caótico, dicen algunos. Retro-naútico, dicen otros. Y siempre hay algo que mirar: una foto, una nota, un recuerdo de alguien que pasó por ahí. Entre todo eso, un cóctel sobresale: jugo de toronja, ginebra o vodka, vaso con sal en el borde. El trago de la casa.

Popularidad

Desde 1980, la familia Warren lleva las riendas del lugar. Y bajo su cuidado, el Salty Dawg se convirtió en mucho más que un bar: un símbolo de Homer, un pedazo vivo de Alaska. Ha salido en programas de televisión, en listas de los mejores bares del país. Pero lo que mantiene su leyenda es más sencillo: la sensación, al entrar, de que uno se suma a una tradición que viene de lejos, escrita billete a billete, trago a trago.

Porque estar en el Salty Dawg no es solo beber. Es escuchar el eco de todos los que pasaron antes. Y dejar, de alguna forma, tu propia huella.

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