La Lágrima del Socialismo

San Petersburgo, Rusia De ser la utopía comunista de los experimentos sociales a convertirse en un meme adelantado a su época.
Dirección: Ulitsa Rubinstein 7, Sankt Peterburg Coordenadas: 59.93102, 30.34492 Metro: Dostoyevskaya (Línea 4), Vladimirskaya (Línea 1)

San Petersburgo es una ciudad donde cada edificio guarda una historia, y uno de los más singulares se encuentra en la calle Rubinstein, número 7, muy cerca del cruce conocido como los Cinco Esquinas (Pyat Ugol). Se trata del Dom-Komuna de ingenieros y escritores, más conocido por su apodo popular: la “Lágrima del Socialismo”.

Este edificio, levantado entre 1929 y 1931 por los arquitectos Olem, Ivanov y Ladinski, fue concebido como un audaz experimento del movimiento constructivista. En una zona dominada por el modernismo, su austera geometría rectangular desentona con el entorno, reflejando de manera radical la ideología que le dio origen.

La idea detrás de su construcción era encarnar el ideal del nuevo ciudadano soviético. Las viviendas tradicionales, con su énfasis en la vida privada y familiar, eran consideradas resabios de una mentalidad burguesa. En este nuevo modelo, la vida debía desarrollarse en comunidad y la individualidad quedaba relegada al mínimo.

El edificio más absurdo de Leningrado

Por ello, las diminutas habitaciones carecían de cocina, baño e incluso de un recibidor donde dejar los abrigos. Los residentes se alimentaban en un comedor colectivo, se duchaban en instalaciones compartidas situadas en cada piso y utilizaban espacios comunes para el descanso y la socialización. El apartamento debía servir únicamente para dormir: en la práctica, no había espacio para mucho más que un par de camas y un armario.

Entre sus inquilinos se encontraba la poeta Olga Bergholz, quien con el tiempo lo calificó como “el edificio más absurdo de Leningrado”. Ella, como muchos otros, comenzó con la ilusión de una nueva forma de vida, pero pronto se enfrentó a la incomodidad del proyecto. El experimento social, que en teoría buscaba crear un espíritu colectivo, terminó generando frustración y hacinamiento.

Un monumento a las esperanzas incumplidas

La realidad pronto se impuso. La vida comunitaria, que sobre el papel parecía liberadora, se transformó en un cúmulo de molestias. La llegada de hijos a las jóvenes familias hizo evidente la falta de privacidad y de instalaciones adecuadas. Los balcones eran pequeños, por lo que la ropa y pañales se colgaban en la azotea. Las cocinas comunes resultaban insuficientes, obligando a muchos a cortar verduras y amasar pan directamente en los alféizares de sus ventanas.

El apodo “Lágrima del Socialismo” no tardó en imponerse, y los propios habitantes llegaron a ser llamados “slezintsy” (“los de la lágrima”). Aun así, el edificio conserva un vínculo con su historia: en la actualidad todavía viven allí descendientes de los primeros miembros de la comuna. Durante los años sesenta, se introdujeron reformas para dotar a los apartamentos de baños privados, aunque la apariencia externa del inmueble se mantiene prácticamente igual.

Hoy, el edificio se encuentra deteriorado y parece un cuerpo extraño frente a las elegantes construcciones vecinas. Sin embargo, las viviendas tienen un alto valor en el mercado gracias a su excelente ubicación. Existen incluso rumores de que podría ser demolido, aunque gran parte de la sociedad civil se opone y aboga por su preservación como testimonio de una época y de una utopía que nunca llegó a concretarse.

Así, la llamada “Lágrima del Socialismo” sigue en pie, como un recuerdo incómodo pero fascinante de los sueños y fracasos de la arquitectura soviética.

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