Las Escaleras del Exorcista

Washington, D.C. Lo curioso es que, la historia pese a transcurrir en una casa, el lugar más recordado son estas escaleras que apenas aparecen unos segundos en pantalla.
Dirección: 3600 Prospect St NW, Washington, DC Coordenadas: 38.90546, -77.07019 Metro: Rosslyn (Líneas BL, SV, OR) Tour de los fantasmas de Washington DC

Imagina Georgetown en otoño. El aire frío, las hojas secas acumuladas en las esquinas, y al fondo, una colina que parece demasiado empinada. Allí, escondidas entre muros de piedra, esperan las escaleras.

Setenta y cinco peldaños. Angostos, duros, interminables. Peldaños que décadas atrás no tenían nada de especial: eran solo un acceso peatonal, un atajo práctico construido en 1894, cuando Washington D.C. quería conectarse al mundo con tranvías.

Pero un día, esas escaleras quedaron marcadas para siempre.
Era 1973, y William Friedkin filmaba El Exorcista, una película que sacudiría a todo el que se atreviera a verla. La historia de una niña poseída, de un sacerdote roto por la duda, de una madre que haría cualquier cosa por salvar a su hija.

En la pantalla, la casa ficticia de los MacNeil parecía el centro de todo. Y sin embargo, lo que quedó grabado en la memoria colectiva fue otra cosa. Esa escena brutal, ese cuerpo que rueda por los escalones, golpe tras golpe, hasta quedar inmóvil al pie de la colina.

Lo curioso es que la escena no fue un truco de cámara. Un doble de riesgo bajó cada peldaño de verdad, protegido con arneses y acolchados, pero sabiendo que la caída dolería igual. Y dolió.

Lo demás es historia. Los estudiantes de Georgetown, los profesores, incluso sacerdotes jesuitas, se involucraron en el rodaje. La película se estrenó, generó escándalo, miedo, rechazo. Y aun así, se convirtió en un clásico.

Hoy, la casa ya no guarda el falso añadido que construyeron para el rodaje. Pero las escaleras… esas permanecen. Frías, intactas, desafiantes. Tanto que en 2015 fueron declaradas sitio histórico.

Caminar por ellas es distinto a verlas en el cine. Los pies resuenan contra la piedra, el vacío hacia M Street se siente en el estómago. Un vértigo extraño, como si algo invisible te empujara hacia abajo.

Por eso, en las últimas ediciones de la película, ya no es la casa la que aparece en las portadas. Son ellas. Las escaleras del Exorcista.

Un lugar donde la historia urbana de Washington se cruza con el mito del cine. Donde miles de visitantes bajan cada año, buscando sentir un eco de ese miedo que, hace más de cincuenta años, cambió el terror para siempre.

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