En uno de los laterales del célebre Tajo de Ronda, ocultas entre paredes de piedra vertical y vegetación frondosa, se encuentran las ruinas de la antigua central hidroeléctrica. Lo que hoy se percibe como un conjunto en decadencia, antaño fue símbolo de modernidad y progreso para la ciudad, al transformar la fuerza del río Guadalevín en energía eléctrica.
De los molinos árabes a la llegada de la electricidad
El origen del conjunto se remonta a la Edad Media, cuando los árabes construyeron una serie de molinos harineros que funcionaban gracias a un ingenioso sistema de acequias y represas. Durante siglos, aquellos molinos abastecieron de harina a la población local y marcaron la identidad del paisaje etnográfico rondeño.
Con el paso del tiempo, y especialmente a partir de 1905, estas construcciones experimentaron una transformación decisiva. Ese año apareció la electricidad en Ronda gracias a una pequeña empresa local, pero pronto la demanda superó la capacidad de las instalaciones. En 1926, la Compañía Sevillana de Electricidad adquirió los molinos y planificó la construcción de una central hidroeléctrica en pleno Tajo.
Una obra de ingeniería en un entorno extremo
Para levantar la central, la compañía compró uno de los molinos ya en desuso y lo adaptó. El proyecto exigió soluciones técnicas sorprendentes: se levantó una represa en el cauce del río, se canalizó el agua mediante una balsa de derivación y se instaló una tubería forzada que descendía por la pared del Tajo hasta llegar a las turbinas. Estas enormes piezas, imposibles de transportar por los senderos escarpados, fueron bajadas con cuerdas y poleas desde lo alto del barranco.
El resultado fue una central capaz de alimentar a toda la ciudad, consolidada en los años 40 como pieza clave de la red eléctrica regional. Con el tiempo, la compañía adquirió más molinos y un terreno de 15 hectáreas, integrando el conjunto como un verdadero complejo hidroeléctrico.
Estado actual y visita al lugar
Hoy en día, el visitante que se adentra en esta zona encuentra muros derruidos, galerías excavadas en la roca, restos de canales y estructuras semienterradas bajo la maleza. Algunas construcciones aún conservan pilares y bóvedas que permiten imaginar el funcionamiento del lugar. El agua sigue presente en forma de pequeñas cascadas, y la humedad ha dado al entorno un aire misterioso, casi cinematográfico, que evoca escenarios de fantasía como los de El Señor de los Anillos.
El acceso se realiza desde la Plaza del Campillo o desde el barrio de San Francisco, por un sendero empedrado que desciende hacia el fondo del Tajo. En el camino se aprecian restos de la muralla medieval que protegía el acceso a los molinos, así como la llamada barbacana, estructura defensiva que aseguraba el paso.
Un legado entre historia y naturaleza
Aunque gran parte del complejo se encuentra en ruinas, la central hidroeléctrica de Ronda es un testimonio único del encuentro entre tradición y modernidad: de los molinos árabes que molieron grano durante siglos, a las turbinas que iluminaron la ciudad en el siglo XX. Hoy forma parte de un paraje declarado singular por la Diputación de Málaga, integrado en una ruta de senderismo que combina patrimonio histórico, naturaleza y aventura gracias a las vías ferratas que recorren las paredes del Tajo.
Su visita constituye no solo un viaje al pasado industrial de Ronda, sino también una experiencia visual inolvidable, con panorámicas espectaculares sobre el cañón del Guadalevín y la silueta monumental del Puente Nuevo dominando el horizonte.










