La versión de la estatua de la libertad que domina el paisaje de Nueva York se erigió 38 años después de la del Palacio de las Cortes en Madrid.
Madrid alberga un tesoro arquitectónico y simbólico en el sitio donde, hace dos siglos, se erguía el antiguo convento del Espíritu Santo. Hoy en día, este lugar es ocupado por el Congreso de los Diputados, un edificio que, lejos de haber surgido de la nada, forma parte de un complejo que ha experimentado varias ampliaciones a lo largo de los años.
Aunque Madrid dista mucho de ser Nueva York y no aspira a serlo, en el friso del Congreso se destaca un elemento que podría competir en simbolismo con la famosa Estatua de la Libertad americana. Sin embargo, la versión española tiene una peculiaridad que la distingue: está considerada como la estatua de la libertad más antigua del mundo moderno, datando de 1848.
Esta estatua, lejos de ser una réplica del icónico monumento neoyorquino, representa una versión única de la libertad, imbuida de significado histórico y cultural propio de España. Desde su instalación en 1848, ha presenciado el paso de los años y los cambios en la sociedad española, convirtiéndose en un símbolo de los ideales democráticos y de libertad que el Congreso de los Diputados busca representar.
El primer monumento a la libertad en la era contemporánea, creado por Ponzano en 1848, fue instalado en el friso del Congreso de los Diputados, simbolizando la unión de España con su Carta Magna. Y actualmente, si afinas tu mirada desde la acera, lo distinguirás.
Es notable la similitud de la figura estadounidense con las obras del escultor aragonés, lo que sugiere la posibilidad de que Auguste Bartholdi, el francés a cargo del emblema neoyorquino, se haya inspirado en estas obras para la creación de su icónica estatua. La diadema de rayos solares juega un papel fundamental en esta teoría.