Este señor, tan sedente, tan engolado y tan mirando a la puesta de sol, no necesita presentación. Es el grandísimo Miguel de Cervantes, y todo el mundo lo llama el Monumento a Cervantes o el monumento del Quijote. Pero eso es mucho simplificar; en este monumento hay más figuras que en un portal de Belén.
Presidiendo, el manco de Lepanto con sus dos manos, la de escribir y la de adorno. Cuando vemos este rostro, todos pensamos en Cervantes, pero la verdad de la buena es que no tenemos ni idea de cómo era. La única referencia real que se tiene sobre su aspecto es la que él mismo hace en las novelas ejemplares, diciendo que tenía el rostro aguileño, la frente lisa, la nariz corbada, la boca pequeña y seis dientes mal puestos.
El Quijote
Las figuras del frente no necesitan presentación, pero aunque solo sea por el gustazo que da decir Quijote, lo vamos a hacer. Quijote, el del caballo flacucho, ese es Don Quijote que parece ahí con la mano levantada, diciendo «parad ya de hacerme fotos, que tengo que desfacer entuertos». A su lado, su inseparable colega Sancho Panza, pues ando encantadísimo. Y a los dos lados aparecen dos señoritas, una de ellas muy señoreada y la otra no tanto. La primera es Aldonza Lorenzo, la segunda, Dulcinea del Toboso. Ambas son la misma, la primera es la versión real y la segunda la versión Quijote, niño de amor.
Otras novelas de Cervantes
Y como no solo de Don Quijote vive Cervantes, a los lados de la estatua tenemos dos relieves, uno de La gitanilla y otro de Rinconete y Cortadillo. En lo alto del obelisco hay cinco figuras más, y ya van 10. Son los cinco continentes leyendo El Quijote, cada uno tiene su propio libro, menos América que no sabe leer y lo comparte con Europa.
La Controversia del Monumento
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En la cima de la torre, con el propósito de simbolizar la universalidad de Don Quijote, se encuentran las alegorías de los cinco continentes inmersos en la lectura de la novela de Cervantes. No obstante, surge un inconveniente en este punto. Un pilar tiene únicamente cuatro caras, mientras que hay cinco continentes.
La solución ideada por los creadores de este monumento consiste en ubicar en el mismo lado a Europa y América. Europa se presenta con un morrión, el casco característico de los conquistadores del siglo XVI, mientras que América ostenta en su cabeza un penacho de plumas.
El conflicto se origina porque, mientras los demás continentes están leyendo por cuenta propia, en el cuarto pilar, Europa está enseñando a América a leer a través de Don Quijote y el idioma castellano. Esto no ha sido bien recibido por los americanos, ya que implica resaltar el pasado colonial de manera incómoda.