En el corazón de Cádiz, escondido entre las paredes de un desfiladero, está Setenil de las Bodegas. Un pueblo que no se construyó contra la roca, sino bajo ella. Como si el tiempo y la piedra hubieran pactado una forma distinta de habitar el mundo.
Las casas blancas parecen incrustadas en la montaña. Algunas tienen techo de piedra, otras viven a la sombra de un saliente que las cubre como un paraguas eterno. Y al caminar, uno entiende que aquí lo cotidiano —tomar un café, tender la ropa, abrir una ventana— ocurre siempre bajo la mirada imponente de la roca.
Cuevas de la Sombra y Cuevas del Sol
Hay dos calles que definen la esencia del pueblo. La primera, la más conocida, se llama Cuevas del Sol. Está abajo, junto al río, y recibe luz durante casi todo el día. Por eso se ha convertido en el lugar de encuentro: bares, terrazas, copas de vino bajo la sombra natural que regala la piedra. Desde los puentes sobre el Trejo, la vista es inconfundible: filas de casas encajadas en un paisaje que parece imposible.
Al otro lado del río está su opuesto: la Calle Cuevas de la Sombra. Aquí el sol no entra. Una roca gigantesca cubre las viviendas y las sumerge en un ambiente fresco, casi subterráneo. El aire cambia, se vuelve denso, misterioso. Es un lugar para caminar sin prisa, entre tiendas de artesanía y bares donde las tapas llegan con la calma de quien sabe que el tiempo aquí se mide distinto.
Otras calles
Baja por la calle Cádiz y dobla a la izquierda hasta llegar a la Plaza de Andalucía, uno de los rincones más encantadores de Setenil. Desde aquí aparecen por primera vez las viviendas incrustadas en la roca, la imagen que hace inconfundible a este pueblo. Luego sigue hacia la calle Herrería, la más antigua y, para muchos, la más romántica. Es un pasaje estrecho, cubierto por un saliente natural, donde las parejas suelen detenerse bajo el cartel que invita: “Bésame en este rincón”. Incluso,en esta calle, si quieres, algunos vecinos te dejan entrar a su casa cueva por un euro y ponen música cuando están listos para recibir visitas.
Más adelante, la calle Jabonería conduce hasta un viejo puente romano sobre el río Guadalporcún. Allí, las casas cueva se alinean mostrando su arquitectura singular: no están excavadas en la piedra, sino que aprovechan la cueva como techo y parte trasera, mientras que las fachadas y muros laterales fueron levantados por mano humana. Una mezcla perfecta de naturaleza y construcción que resulta hipnótica de contemplar.
¿Qué más ver?
Pero Setenil no es solo esas dos calles. Desde el Mirador del Carmen y el del Lizón, el pueblo se revela entero, blanco y pétreo, como un secreto desplegado ante los ojos. Aún se alzan restos de la fortaleza medieval, como la Torre del Homenaje, y templos que cuentan siglos de fe, pero nada se compara con el momento de estar allí, bajo la roca, y sentir cómo la vida cotidiana ha encontrado la manera de convivir con la montaña. En Setenil de las Bodegas no hay lucha contra la naturaleza. Hay alianza. Y eso lo cambia todo.glesia de la Encarnación, la Ermita de San Benito.
¿Cómo llegar a Setenil?
Llegar no es difícil. Desde Málaga, en poco más de una hora, la carretera lleva hasta este pueblo singular, que suele combinarse con visitas a Ronda o al Caminito del Rey. También se puede llegar a Setenil en tren o autobús, pero recomiendo conducir o visitarlo con un grupo turístico de GetYourGuide si no se dispone de coche. También si planeas pasar la noche reservar en cualquiera de estos dos icónicos hoteles de Setenil: Casa Rural Cuevas del Sol y Casa Bajo la Roca.