Trasmoz: el único pueblo excomulgado de España

Trasmoz, España Este pequeño pueblo ha sido maldecido con un hechizo tan poderoso que sólo el Papa puede levantarlo.
Dirección: Trasmoz, Prov. de Zaragoza Coordenadas: 41.82621, -1.72329 desde Zaragoza, por la AP-68 y N-122 (82 km) Excursión en Español a Trasmoz

A los pies del Moncayo, entre los antiguos reinos de Aragón y Navarra, se alza un pequeño pueblo que arrastra una condena única en la historia de España. Trasmoz es, aún hoy, el único pueblo oficialmente excomulgado y maldito por la Iglesia Católica. La historia de cómo este lugar pasó de ser un señorío próspero a convertirse en el “pueblo de las brujas” mezcla hechos reales, antiguas rencillas feudales y leyendas que resuenan desde hace más de siete siglos.

El origen del conflicto

Todo comenzó en el siglo XIII. Mientras los monjes cistercienses del Monasterio de Veruela dominaban los señoríos de la zona, Trasmoz era una excepción: un señorío laico, libre de los impuestos eclesiásticos. Esa independencia no agradaba al monasterio, que controlaba los pastos, las acequias y la madera del entorno. Los habitantes de Trasmoz, buscando acceder a esos recursos, idearon un ingenioso —y peligroso— plan: fabricar monedas falsas dentro de su castillo.

Para encubrir el ruido del metal y los golpes, difundieron el rumor de que en el castillo se escuchaban espíritus y fantasmas arrastrando cadenas. El mito se propagó, y pronto la reputación del pueblo quedó envuelta en un halo de brujería. En 1255, el abad de Veruela, harto de los conflictos y de lo que consideraba actos heréticos, pidió permiso al Papa para excomulgar a todo el pueblo. La solicitud fue aprobada, y Trasmoz quedó oficialmente maldito por el Vaticano, una excomunión que, según la tradición, jamás ha sido levantada.

La maldición papal de 1511

Siglos más tarde, en 1511, la tensión entre el monasterio y Trasmoz volvió a estallar. El Papa Julio II, conocido como “el Papa Terrible”, autorizó un nuevo y oscuro ritual: la maldición solemne. Aquella noche, los monjes de Veruela cubrieron el altar con un manto negro y recitaron el Salmo 108, el salmo de la venganza, pidiendo a Dios que castigara al pueblo rebelde:

“Que sus hijos queden huérfanos y su mujer viuda; que su posteridad sea exterminada y en una generación se borre su apellido.”

Con cada verso, sonaba una campana. La ceremonia, que duró hasta el amanecer, selló definitivamente la condena espiritual de Trasmoz.

Entre la historia y la leyenda

La imaginación popular no tardó en convertir al pueblo en un epicentro de hechicería y rituales. Se decía que el castillo de Trasmoz había sido construido en una sola noche por un nigromante, Mulamín, que invocó espíritus y demonios para erigirlo sobre la colina. También se cuenta la historia de la Tía Casca, una bruja tan malvada que, tras ser arrojada por un barranco por sus vecinos, ni siquiera el demonio quiso acoger su alma.

A lo largo de los siglos, escritores como Gustavo Adolfo Bécquer, quien residió en el cercano Monasterio de Veruela, se inspiraron en sus leyendas para darles vida en sus obras, especialmente en Desde mi celda.

El legado de las brujas

Hoy, Trasmoz conserva ese aura de misterio que lo distingue. Entre sus calles empedradas y su castillo en ruinas, el pueblo celebra cada año la Feria de la Brujería, en la que se elige a “la bruja del año”, símbolo de la mujer que más promueve las tradiciones y leyendas del lugar.

Aunque su maldición sigue vigente en los registros eclesiásticos, sus habitantes han aprendido a convivir con ella, transformando una antigua condena en su mayor atractivo cultural.En Trasmoz, cada piedra, cada silencio y cada sombra parecen recordar que, alguna vez, la Iglesia maldijo un pueblo entero… y el eco de aquel conjuro aún resuena en el viento del Moncayo.

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